Pocos jóvenes menores de 20 años saben hoy quien es Charles Chaplin y muy posiblemente ni siquiera hayan oído hablar de Charlot, como tampoco habrán visto una película del Gordo y el Flaco o de Buster Keaton.

Mientras que de otros grandes actores se reponen con frecuencia en la televisión sus mejores películas y con ello vuelven a nuestro recuerdo personajes que un día fueron tremendamente populares y a quienes la industria del cine ha glorificado, los que tuvieron la desgracia, o la suerte, de ser famosos en la etapa del cine mudo es muy posible que pronto desaparezcan de la memoria de los viejos aficionados.

Que Charles Chaplin fue un genio del cine nadie lo duda y por eso se han escrito numerosas biografías y se seguirán escribiendo durante muchos años, pero apenas comience el nuevo siglo la mayoría de las personas que ruvieron la fortuna de poder ver sus mejores películas en las salas cinematográficas habrán muerto y es muy probable que su recuerdo solo sirva para ilustrar las nuevas enciclopedias del cine. Y es que Chaplin nunca puedo sospechar que del sonoro dependiera el que sus películas fueran exhibidas una y otra vez en la televisión, única manera eficaz de que su maravillosa obra cinematográfica fuera vista por las nuevas generaciones.